La Señora,
la señora de...
respetable dama,
fulanita de aquél,
ha querido cruzar la línea de la
inmortalidad.
Ha vendido su carne al cirujano
plástico,
que le muestra el atajo hacia la eterna
juventud,
el descontento eterno, trampa
envenenada:
“yo te culpo de que el tiempo pase”.
La señora,
la señora de...
pómulos henchidos y labios plásticos,
-qué decir de las tetas aeorostáticas-
quiere ocultar arrugas en las manos
(guantes blancos),
quiere cubrir los surcos del escote
(cuello alto),
coser colgajos, desmerecerse.
La señora,
la señora de...
respetable dama, alta sociedad,
posa con la hija casquivana,
“¿sois hermanas?”, envidiando a la
jovencita lozana
(hija de...).
Ya no hay vuelta atrás para quien come
la manzana
de la culpa de mujer marchita
y ni el tinte que recubren unas canas
teñirá a la razón ajada, ni evitará
la tumba,
la piel caduca.
Con tus versos, la poesía cada vez es más cercana, más realista, más cotidiana, más inteligente ¿Qué más se le puede pedir? Excelente
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