Yo era un blanco y negro,
una antigua película quemada,
la foto inerte en el cajón.
Quería expandir la propia imagen
antes de diluir los ojos bajo la gota
fría
que surgiría del fondo de una garganta
osada.
Yo era la mota de polvo en tu
televisor,
la que te daba arcadas si me veías
salir
de una lata de sardinas. La raspa que
se clavaba
en el agua destilada
...o eso pensabas tú:
que era un gris tan desabrido que ni el
contraste hallabas
entre el rojo de tu vino y la carne
bajo el sol.
Y aunque a veces leves focos
apaciguaran la almohada
te creíste tan de blanco,
me vestiste tan de negro,
que me perdí en el punto
al apagarse la pantalla
al apagarse la pantalla
hasta asirme a lo invisible y a la
vuelta del color.
La demostración y la implicación constantes pueden volvernos oscuros. Pero para mí nunca has sido negra :)
ResponderEliminarMe ha parecido precioso este poema.
Hay mucha luz en tu poema, la verdadera que no deslumbra creyéndose un blanco brillante surgido de chupar el color de los otros, la verdadera que reconoce su negro, su gris...
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