Muchos aprovechan el verano para poner
en orden sus propósitos, yo prefiero el inicio del otoño, aunque
sea un metafórico otoño que aún no ha llegado.
Me gustan los ciclos, escapar de la
linealidad, sentir un comienzo que se sabe final y llenarlo en su
centro de un encefalograma cualquiera, podría ser este:
O cualquier otro dibujo al azar que no venga al caso.
Cabe más de lo esperado cuando se mira
hacia los cuatro puntos y se descubren mundos como los viejos
exploradores (o exploradoras, que haberlas haylas), pero desde una
postura de búsqueda animal, casi instintiva. Me veo en esta etapa no
como una intelectual (que nunca lo he sido), no como una
revolucionaria (me queda grande), tampoco como espectadora pasiva. Sino como esa
persona que entra y sale del círculo para tomar impulso y poner en
orden los propósitos.
"
En
mi comienzo está mi fin, en sucesión se levantan y caen casas,
se
desmoronan, se extienden, se las retira, se las destruye, se las
restaura,
o
en su lugar hay un campo abierto, o una fábrica, o una
circunvalación.
Vieja
piedra para edificio nuevo, vieja madera para hogueras nuevas,
viejas
hogueras para cenizas, y cenizas para la tierra, que ya es carne,
piel
y heces, hueso de hombre y animal, tallo y hoja de maíz.
Las
casas viven y mueren, hay un tiempo para construir
y
un tiempo para vivir y engendrar,
y
un tiempo para que el viento rompa el cristal desprendido
y
agite las tablas del suelo donde trota el ratón de campo,
y
agite el tapiz hecho jirones con un lema silencioso.”
T. S. Eliot
Fragmento East Cocker, de Cuatro
Cuartetos
(no sé de quién es esta
traducción)
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