Descubro en el ladrillo un arma o una salida.
Nada es lo que parece.
Por ejemplo, si te digo lluvia,
tú puedes ver el éxtasis de tu mujer,
entreabiertas las piernas y la boca,
rezumando bolas de mercurio.
Yo veo esta lluvia de agosto que tanto me gusta,
el bochorno dejando humeantes a los turistas,
la crecida del río,
el deseo de parirme en cada estación procariota.
Y por ejemplo,
Si te digo viento… Si te digo viento,
Tú recordarás el Khamsin y no querrás regresar al desierto,
preferirás el turismo humeante,
esta ciudad, bajo un agua de agosto
que rompe las piedras antiguas de las iglesias.
Habrás descubierto, a pesar de todo, que el ladrillo mata
…o ata. No entiendo la diferencia.
En cambio yo, si me dices viento,
imaginaré la Tramontana soplándome el norte.
Si me dices viento… o vientre
-lo mismo da-,
me inflaré como un globo de helio y explotaré
batiendo las olas del Mediterráneo.
¿Lo ves? Nada es lo que parece.
Nada es uno, impersonal, estático,
ni tú ni yo la diferencia,
aunque el ladrillo mate el deseo de volver al desierto
o al destierro del viento… lo mismo da,
al rincón más umbrío del ingenio.
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